martes, 14 de septiembre de 2010

La huella ecológica. Modelo económico y productivo insostenible

En 1992, durante la Cumbre de Río de Janeiro, parecía que la humanidad reconocía estar "preocupados" porque se estaba produciendo un "calentamiento adicional" de la Tierra y habían decidido abordar este problema. Pero todo quedó en simples intenciones, ya que no se consiguió nada. Se adoptó en esa Cumbre la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMMNUCC) que fue ratificada por casi todos los estados de la ONU (incluido EEUU, sólo faltan Andorra, Iraq, Somalia y el Vaticano). Fue a la hora de concretar estas medidas cuando empezaron los problemas.

Más tarde se celebraría El Protocolo de Kyoto de 1997, que ha estado tratando este problema, sus soluciones y obligaba a los países desarrollados a reducir el CO2 y otros gases emitidos, de forma que en el año 2012, y en su conjunto, supusiesen un 5% menos del total emitido en 1990, el año de referencia de todas las negociaciones posteriores. La presión de ciertos intereses, especialmente las grandes empresas petroleras (que veían peligrar su negocio) hicieron que EEUU no ratificase Kyoto.

En Copenhague se ha de negociar un nuevo Protocolo que sustituya en 2012 al de Kyoto. Puede ser la última oportunidad para evitar un cambio climático que se nos escape definitivamente de las manos, pero según las conclusiones sacadas por unos y otros sigue sin vislumbrarse un acuerdo común que salve al planeta.

Tenemos no solo una deuda con la naturaleza, sino también con las futuras generaciones. Ellas tienen el mismo derecho que nosotros de disfrutar de todos los recursos que estamos derrochando de manera desorbitada sin pensar en un largo plazo. Por eso, un cambio de actitud es necesario y seguramente nos ayude a pensar que el planeta y sus recursos no son un legado que dejemos a nuestros hijos, sino un préstamo que ellos nos hacen a nosotros. Sería deplorable que ellos no pudieran disfrutar de este maravilloso mundo.

Vivimos en un mundo exponencial, en tanto en cuanto, los niveles de crecimiento de producción, como de la población mundial u otros indicadores como el de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, crecen cada vez más rápido a medida que pasa el tiempo. Es un mundo que ha llegado al punto de no saber cómo acrecentar la calidad de vida y hacerla accesible a todos sin incrementar la huella ecológica que deja sobre nuestro planeta el modelo económico insostenible que hoy en día se gestiona. Concepto que es bueno pararse por la importancia y mensaje que lleva consigo. La huella ecológica hace referencia a la superficie necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano medio de un determinada área, así como la necesaria para absorber todos los residuos que genera. Actualmente y según los resultados publicados en el libro “Los límites del crecimiento: 30 años después” de Dennis Meadows, la huella ecológica se encuentra a un 120%, es decir, necesitaríamos más de un planeta para sostener el modelo de vida que existe en los países desarrollados. Y todo esto es consumido por 1/3 parte de los habitantes de planeta, es decir, por los países desarrollados. ¿Qué pasaría si todos los países tuvieran el nivel de vida de los países desarrollados? Mientras unos viven en la más absoluta pobreza (la mayoría) otros viven en un mundo de excesos y codicia insostenible. Pero, ¿Esta situación interesa? ¿Por qué no se pone remedio a estos grandes desequilibrios? Para aguantar el nivel de vida que hoy tenemos en los países del primer mundo, habría que seguir existiendo países subdesarrollados y claro está ni a los gobiernos ni a cada uno de los ciudadanos estaría dispuesto a limitarse un poco su nivel de vida para conseguir mayor equilibrio en el mundo. Como se dice el hombre es un lobo para el hombre.

¿Quiere esto decir que hemos tocado techo? Indudablemente, en un planeta donde los recursos son limitados significa que llegará un momento que será imposible mantener este modelo económico y productivo. El problema radica en las consecuencias negativas, y más en aquellas que sean irreversibles, o que las medidas a tomar lleguen demasiado tarde para retornar esa situación. Planea la idea del fin del crecimiento y de la extralimitación de seguir con este sistema, y lo más lamentable es que se necesitará mucho tiempo en conseguir apoyo político para introducir cambios de valores individuales en la sociedad y en las políticas publicas.

Aunque cada vez son más las personas que van tomando conciencia de los problemas y riesgos que tiene el planeta, seguimos sin darnos cuenta de que si no se producen unos cambios bruscos en nuestros hábitos codiciosos y despilfarradores, esos riegos se convertirán en situaciones peligrosas, en la mayoría de los casos prácticamente irreversibles e imposibles de controlar.

Y todo esto cuando, como dijimos anteriormente, se está sobreutilizando sólo por casi 1/3 parte de los habitantes. Quizás la última crisis que ha vivido el mundo, donde el crecimiento de diferentes indicadores ha disminuido, sea porque se ha llegado al nivel máximo de extralimitación y de carga del planeta o como se dice de manera coloquial “la burbuja explotó”. Cambiar la mentalidad de que el crecimiento siempre es bueno y motivo de éxito, o que es sinónimo de otros conceptos como: desarrollo, sostenibilidad, progreso, avance… se hace necesario.

Sólo nos queda mantener la esperanza, confiar en una innovación social profunda, un cambio tecnológico que aumente la eficiencia, y en un cambio cultural e institucional con la única meta de disminuir esa huella ecológica.

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